Acariciando tu pelo como un velo de la Virgen María, siento que esta noche eres mía. Comienzo a imaginar si en ella por casualidad pudiste reencarnar. Tengo un corazón que urge de bailar la canción del amor en la pista de este colchón, Donde quedan estampadas las manchas de sudor, producto de desecho del calor y la fricción. Ni una gota de tu amor y yo a un paso de renvalsar el vaso. Las rutinas de otros a mi son utopías. Beso tu boca por la travesía hasta la cintura, me encuentro que de nacimiento existe la sutura, parece que soy un desempleado para ese trabajo debajo de tu falda, ya que al desabrochar el primer botón en el camino hay una señal de “Stop”, quiero que en mi cama pongas tus piernas en forma de abanico, lentamente replica uhren deutschland yo me ubico con mi pecho latente susurrando “te necesito”. Existe el miedo que en años más sin mi pierdas tu virginidad, y luego para recuperar el tiempo perdido te acuestes con toda la ciudad, la nicotina por ansiedad ya no es suficiente, mendigo ansiolíticos por caridad. Miro la maquina del tiempo que divide al mundo en días, horas, minutos o segundos. Son las seis y de la mañana, el sol bosteza en mi ventana. Golpea el sueño a mis ojos, los cierran mis pestañas como persianas. Somnoliento, espió un mundo paralelo donde se alcanzan los anhelos, antes de retirarse pido un deseo a la luna, nuestra primera aventura. Mientras rezo por esa hermosura, el tiempo hace lo que en un cronometro, envejece y junto a él un nuevo día amanéese, se manifiestan las luces del alba como el flash de las fotos, nace una historia donde yacen sueños rotos. Es un sentimiento extraño, como la multitud en soledad, saludable en la enfermedad, extorsión en la piedad, o tranquilo con ansiedad. Estoy locamente enamorado, conservarte no es un pecado, es un valor sin precio ni mercado. Franco Tripelli. junio 2008.
Tercer Milenio en la Cultura
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