Y SE DURMIÓ
Ashmin había quedado huérfano con dos hermanitos a su cargo, la infausta muerte se encargó de llevarse a sus padres como un huracán desenfrenado, la pobreza y el hambre fueron la causa de un efímero viaje sin regreso.
Vivian en India a veinte kilómetros de Calcuta, una atroz miseria los cobijaba y la Malaria se llevaba de a poco a los que resistían el hambre.
Ashmin con sus escasos doce años trabajaba como un esclavo, para llevarle un mísero bocado a sus hermanos, su ración se las cedía a ellos mientras el se negaba a comer.
El sueño lo desvanecía en una choza de paja, los alumbraba la luna, era una tenue luz como una vela encendida, cuatro horas no alcanzaban para reponer un voraz cansancio, pero sus hermanos tenían que comer y el se cargaba de fuerzas para seguir.
Teresa pasaba semanalmente para curar a los enfermos y el la usaba como confesora mientras ella lo obligaba a comer un trozo de pan acariciándole el rostro demacrado, tan oscuro como sus ojos sombríos de tanto llanto.
Acompañó a Teresa en su partida, la noche se puso intima como una plaza mientras ella le tomaba las manos, resecas como lijas viejas, causa de la falta de agua y el trabajo forzado en un campo inoperante.
Volvía extenuado cada noche a esa choza con un infortunio devastador , la escasez del agua los obligaba a racionarla mientras miraba a sus hermanos con una consunción cada día mas contundente, esa noche cuando el mas pequeño se acercó a abrazarlo, un hervor lo alertó, la fiebre continuaba su camino como atropellando inocentes en una carrera sin fin, la Malaria lo cargó en su espalda y se lo llevó.
Ashmin se ocupaba del único miembro de la familia que le quedaba, negándose a comer para proteger a su hermano de la enfermedad que castigaba sin piedad, lo alimentaba con raíces que el mismo cortaba y se las introducía en la boca obligándolo a comer.
Otra vez acechaba la fiebre y los vómitos era un liquido amarillo , como si en un acto de locura se hubiese bebido al sol, pero fue de noche cuando tomándole las manos a Ashmin le agradecía por los cuidados y el amor prodigado y no le salió una palabra mas sus labios resecos se sellaron y Ashmin esperó que despunte el alba para enterrarlo.
Se fue a trabajar la tierra, esa semana Teresa atendía a los leprosos, que nadie se atrevía a tocarlos, ella y su misericordioso amor repartiendo esperanzas a quien lo nesecitara.
Sus pasos lo guiaban, sus ojos estaban cegados por la humedad que le invadía el rostro, un rostro desconsolado y abatido, se tiró sobre el trapo que le servia de cama, un vomito amarillo lo sobresaltó se tocó la frente ardiente, se cubrió con una manta andrajosa y se durmió.
Rita González
Comentario de: rita gonzalez
Mensaje: gracias Cris por tu comentario siempre afectivo beso
Comentario de: Cristina Kovacevic
Mensaje: El relato hace volar la mente y acongojar el alma. Podemos ver, trasladarnos, sentir para terminar la lectura sientiendo un profundo deseo de agradecer: por nuestra vida...así como es, por todos los dones de que gozamos y tantas veces no podemos reconocer. Bellísimo relato lleno de un amor incondicional, de total entrega.
Tercer Milenio en la Cultura
Asociación Tercer Milenio en la Cultura, Rosario, Argentina
Desarrollado por
Rodrigo Guidetti